Cada año un ciudadano argentino, en promedio, compra menos libros, asiste menos a funciones cinematográficas, adquiere menos discos compactos por el circuito legal y compra un diario solo en diez ocasiones. La conexión a Internet en la región no alcanza al veinte por ciento de la población y sin embargo, accede cotidianamente a los servicios de la televisión abierta.
La
inauguración de nuestra televisión en una transmisión en vivo de un acto político, fue registrada de manera poco entusiasta por los diarios, el 17 de octubre de 1951 con la imagen de Eva Perón anunciando su renuncia a la vicepresidencia. Sin embargo
la mayoría de los ciudadanos no tenía televisores. Por aquél entonces, los techos de
Buenos Aires no estaban poblados de antenas y la radiofonía seguía siendo el medio de comunicación ideal para los sectores de poder y los grupos económicos.
Pero a partir de ese momento, el impacto de la televisión sobre la política avanzó gradualmente, aunque el camino estuvo lejos de ser lineal. Los ‘70, por ejemplo, fueron un retroceso.
Comienzan 10 años de televisión en vivo a través de un Canal 7 lleno de anécdotas, errores, emociones y verdaderos hallazgos. Distintos profesionales que provenían del cine, del teatro y de la radio se dieron cita en esta nueva cuna de los nuevos oficios.
Los actos políticos se empezaron a hacer para que se miren por televisión. Se monta un escenario para dos mil personas y el lenguaje, los tiempos, y el escenario están diagramados para las cámaras.
La primera campaña marcada por las modernas reglas de la
videopolítica fue la de 1983. Raúl Alfonsín fue el primero en difundir una treintena de spots televisivos.
Hoy, el spot televisivo de diez segundos es considerado como el medio de comunicación más eficaz, es el que se utiliza durante las campañas presidenciales. Aparentemente, se cree que es lo único que el espectador es capaz de asimilar. La televisión y los medios en general priorizan el escándalo.
El político para ser requerido debe ser un declarante que levante el rating. Pensar se supone aburrido y por lo tanto ultimado por el zapping. En los
’80-‘90, la posibilidad de grabar programas de TV y verlos en el momento elegido cambió los hábitos de las audiencias televisivas y reforzó su selectividad.
Pero la jugada decisiva fue la
multiplicación de los canales de televisión, que llevaron a su diversificación cada vez mayor. La TV representó el fin de un sistema de comunicación esencialmente dominado por la mente tipográfica y el orden del alfabético fonético. Su difusión en las tres décadas posteriores a la
Segunda Guerra Mundial crearon una nueva galaxia de comunicación.
El verdadero poder de la televisión, es que se convierte en el escenario de todos los procesos que pretenden ser comunicados a la sociedad en general, desde la política hasta los negocios, incluyendo el deporte y el arte. La televisión enmarca el lenguaje de la comunicación societal.
Escuchar/ver medios de comunicación es la casi constante presencia de fondo, el telón de nuestras vidas.