29 noviembre 2006

Críticas & Já

En la Argentina la política atraviesa una etapa humorística cada vez en mayor ascenso y las risas hacia los dirigentes protagoniza los escenarios, convirtiéndose en expresión de la consolidación de la democracia.
Con el día a día, los políticos toman clases de una realidad que les fue ajena por mucho tiempo y los humoristas (sus maestros), aprendieron a observar y a ser críticos, con frecuencia, muy duros. La crisis que atraviesa hoy la política es esencialmente una crisis ética.
La "cuestión moral" en el ámbito público denuncia la persistencia de un estado de malestar generalizado respecto a una gestión que parece guiada por criterios de clientela y de mero reparto del poder, al paso que por otro lado aumentan las dificultades, de carácter más estrictamente estructural, en conexión con los procesos de definición de la representación y de obtención de consenso.
Pero no se trata ya de redefinir las reglas de juego, sino de educarse bajo las normas de convivencia. Se trata de mirar de un modo más radical a una verdadera fundamentación ética de la política, es decir, a la adquisición de un conjunto de valores compartidos sobre los cuales reconstruir la convivencia civil.
La moral del hombre político no puede prescindir de valores, los cuales debe buscar en torno a decisiones que convergen de acuerdo con principios orientados a la atención a redefinir su presencia en el cuadro de una fusión ampliada por fuerzas que devienen juntas a la promoción de la calidad de la vida colectiva.
Dejar de lado los cuestionamientos de manera ofensiva hacia los dirigentes políticos, no es resignarse a bajar la cabeza frente a malas acciones de gobierno y gestiones que pulverizan los bienes individuales, sino que se trata de una educación fundada en el respeto para consolidar de tal manera, el bien colectivo bajo el consenso democrático de una forma participativa de la sociedad respetuosa en su conjunto.

12 noviembre 2006

Los hombres no entienden los cambios

Tiempos y Géneros: HisteriaLos tiempos cambiaron y la mujer supo aprovechar eso. Pero el hombre no evolucionó demasiado. Ellos no saben qué rol les toca hoy y suelen decir que la histeria es una característica exclusivamente femenina... Pero no es así.

En el siglo pasado,
Sigmund Freud encontró dicha característica también en los hombres y, justamente por demostrar ésto, hoy es criticado por algunos "machos" contemporáneos.

La historia de la histeria la podemos encontrar en el blog I C K B I G I T. El término "histrión" hace referencia a las máscaras de los actores del teatro griego, a la teatralidad y dramatismo semejantes al comportamiento histérico. La personalidad histérica o histriónica se caracteriza precisamente por esta tendencia a la teatralidad, que procede de una exagerada necesidad de ser admirado y estimado por los otros, típico en hombres.

¿La histeria pertenece sólo a las mujeres? ¿Acaso no hay hombres histéricos?

Algunas mujeres se reconocen como histéricas -tal es el caso de Katrina- y, más aún, asumen su "patología" como rasgo divertido de un juego de personalidad. La histeria en los hombres se da por una dificultad que tienen de hacerse cargo de una relación amorosa. Ellos piensan que si muestran ternura se hacen vulnerables y por eso son, también, histéricos: tercos, cerrados e inmaduros emocionalmente. No obstante, si una mujer se niega a conceder sus caprichos y satisfacer sus histeriqueos, enseguida ellos denuncian: "histérica" -como lo afirma Gastón en su blog-, pero lo que están advirtiendo son las enormes dificultades en la asunción de cualquier tipo de compromiso y en lo que cada compromiso que se asume implica.

Ahora la mujer comienza a adquirir más espacios de poder en política, relaciones empresariales, y a manejarse con su propio dinero. Pero no se trata de
liberación femenina, sino de aportar en el hogar con la idea de juntos es mejor. Pero al hombre le cuesta digerir esta realidad, porque le implicaría aceptar que la mujer está en paridad con él. Entonces ahí ellos emplean la histeria como método de defensa a la realidad que les toca vivir. Quizás, en el fondo, les cuesta madurar. Se trata de esas ideas machistas de poseer y acumular.