Ni las ilusiones ni las esperanzas mueren. A lo mejor se transfiguran...
El misterio de las cosas de la vida da por resultado la búsqueda de respuestas que son, justamente, un viaje eterno.
¿Se cree en el destino? Me refiero a esa extraña energía que hace que el mundo fluya no como algo estático y escrito, sino como un cúmulo de caminos desconocidos sostenidos en lo atemporal del devenir...
¿Se pensó en ésto? En que el sentido del universo no existe fuera de nosotros sino que es algo intrínseco a nuestra naturaleza.
Uno no es sino lo que quiere ser, y no es sino lo que siente. ¿Por qué la complicación de si existe o no una verdadera razón? Lo impredecible es a veces ilógico.
Es fácil preguntar cuando no se obtienen respuestas. De esa manera uno manda un sinnúmero de interrogantes al aire y sólo sigue el camino sin ansia de respuestas...
Retomando lo del destino, generalmente se espera el nuevo día o el paso del tiempo con la esperanza de que éste traiga consigo la tranquilidad que el presente no permite sentir.
Pero ayer es lo mismo que hoy y hoy es lo mismo que mañana, aunque con vivencias distintas. El tiempo que le sigue al momento actual va a traer el resultado de las acciones ya ejercidas.
Cuando hablamos de los sueños, estamos hablando de proyectar en pensamientos, nuestro futuro cercano.
La vida supone que somos llamados a ser más y mejores, a no ocultar un valor existencial, a no negarnos a hacer algo por nosotros mismos y a construir un futuro ideal para el porvenir humano.
El hombre es por excelencia un ser político y social que busca en la esencia de la vida la felicidad propia y, más aún, la felicidad colectiva.
Entonces, todo ser es capaz de (a través de sus palabras, sueños y acciones) dar a conocer un pequeño primer escalón que sirva de base principal del verdadero sentido para la convivencia de la humanidad.
