15 diciembre 2006

Tarj. Roja al amarillismo




Siempre que uno comienza una actividad, lo hace con muchas ganas. Al retomar lo dejado, se pone todo empeño y entusiasmo de "los primeros momentos", esos en los que toda la fuerza interior está destinada al objetivo inmediato o futuro pero, como siempre pasa, esas ganas se van desgastando y el objetivo lejano pierde la posibilidad de ser meta cumplida. El entusiasmo entonces dura poco.

Cuando se toma conciencia de los temas de la agenda mediática que acontecieron en la última semana vivida, se produce una especie de déjà vu. Es porque todo pasa siempre, todo vuelve a circular, todo remite al comienzo. Los cortes de rutas se convierten en tomas de puentes y calles; los dramáticos suicidios se convierten en un número más de víctima ciudadana; etc.

En muchos casos se discute el rol del periodismo en la cobertura por la falta de tacto que en momentos se genera y que producen alta dosis de sensacionalismo. La pregunta puntual es si puede decirse que es el periodismo amarillista en todos esos casos o si son los casos los que producen noticias amarillas y que los medios repercuten con fuerte artillería de velocidad y tirada.

Muchos acontecimientos, a pesar de su gravedad, reflejan por sí solos contenidos amarillistas. Tales son los asesinatos en los que a lo largo del proceso de búsqueda de pruebas salen a la luz intimidades de las personas involucradas y más aún del mismo asesinado. Suena cruel pero así es. Incluso pasa lo mismo en los casos de divorcios. Pero la pregunta sigue resonando: ¿Es el periodismo el que produce noticias sensacionalistas o es la sociedad la que involucra el sensasionalismo para sacarlo a la luz por ser parte de todo ámbito privado? Todo suena amarillo por sí solo.

La sociedad misma parece ser protagonista de un reality show y todos los participantes se desviven por sacar los trapitos al sol sin causa alguna, pero así se vive.

En casos tan polémicos como el asesinato de la mujer empresaria de Río Cuarto que circula en todos los medios desde hace semanas y ventila informaciones íntimas de la víctima y su entorno ¿se trata de chusmerío o morbosidad? ¿En dónde está el límite entre lo íntimo y lo público? ¿En dónde está el respeto por lo propio y por lo ajeno?

Para simplificar y no pretender tanto, sólo me pregunto si es perverso el interés de la gente común por este caso.

Quizás el interés por el caso hubiese sido distinto si la tragedia hubiera ocurrido en una villa en lugar de un barrio exclusivo, si la víctima hubiera sido una ama de casa y no una empresaria asesinada mientras su marido jugaba al golf en Punta del Este.

Hay una famosa escena del balcón de Chaplin en sus memorias, donde él está haciendo malabares tratando de comer un helado sin que se le caiga. En el balcón de abajo, una mujer rica está maltratando a su mucama. Por fin, el helado del cómico se desprende del cucurucho y cae justo en el escote de la dueña de casa. Eso, explicaba el genio del cine, causaba gracia. En cambio si hubiera caído sobre la mucama humillada, no provocaría la risa, porque el humor funciona también como reivindicación.

El caso del asesinato de Río Cuarto puede que tenga mayor repercusión e interés popular no por tratarse de un homicidio sexual, sino por tratarse de gente de clase alta. Entonces, la decepción llegue quizás si al descubrirse todo, el asesino resulte un ser humilde.

1 comentario:

Marta Salazar dijo...

off topic: estimada Eugenia, un amigo desde Espana pregunta por Air Madrid, parece que afecta a muchos argentinos. Sabes algo al respecto? Saludos cordiales!